La adoración del sol era una de las manifestaciones
religiosas primitivas y naturales mas arraigada de las primeras civilizaciones,
incluso podríamos afirmar que la teología moderna no es mas que una complicación
y adicción de aquel primer conato de adoración al signo solar, que era el poder
benefactor al traer la luz, el calor y las cosechas.
No existe en la práctica ninguna civilización que no haya
fabricado altares, montículos, estructuras religiosas y templos dedicados a la
esfera solar, desde los círculos de piedra celta, los zigurats de Caldea o los dólmenes
de Andalucía.
En la creación del cristianismo, y si, he dicho creación, el
Jesús bíblico y en el caso de considerar su existencia como histórica, el Jesús
real, fue olvidado para darle una imagen absolutamente idéntica a los ritos y
mitos solares de civilizaciones precedentes.
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Jesus Cristo Solar. |
El aspecto artístico, con el pelo largo caído sobre los
hombros y en muchas ocasiones en un extraordinario tono claro, vestido de
blanco inmaculado y con el cordero de Dios en los brazos , como símbolo del
equinoccio vernal, parece mas que una imagen casual una mezcla intencionada de
Apolo, Osiris, Orfeo, Mitra y Baco.
La fijación del día 25 de diciembre como su nacimiento no es
casual, era el mismo día que se celebraban en Roma el Natalis Solis Invicti (El
nacimiento del sol invicto), el mismo día que en el séptimo libro de la Eneida se
habla del día del nuevo sol el octavo día de las calendas de enero, es decir,
el 25 de diciembre.
Su nacimiento de una madre virgen también es recurrente a las divinidades solares y tienen su
prototipo en la mitología egipcia con Isis, “la que tiene un fruto engendrado
por el sol”.
Y acabamos con esta comparación del cristo solar con la denominación
de astrónomos árabes y persas daban a las tres estrellas que del cinturón de
Orión, precisamente “los reyes magos”
(que por cierto los evangelios no hablan en ningún momento de que los reyes
magos de la advocación cristiana fueran reyes ni que fueran tres, la mención del
Evangelio de Mateo (2, 1-2), solo habla de magos).
La imagen de Jesús Cristo, sigue las creencias mitraicas y
egipcias del hijo del sol.
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