Cuando
nos proponemos expresar de un modo organizado o secuencial la filosofía y los
conocimientos esotéricos a los deseosos de aprenderlos, nos encontramos ante el
hecho de que el conocimiento de las formas superiores de la existencia se
obtienen por procesos distintos al pensamiento ordinario, y que esos procesos
solo comienzan cuando el estudio del esoterismo se plantea desde puntos de
vista distintos al del pensamiento profano-material.
Si
es poco probable que las ideas transcendentales sean comunicadas de modo
intelectual, en consecuencia solo podrán conocerlas aquellas personas que son
capaces de elevarse de la esfera habitual de conciencia hacia una esfera de
iniciado, donde podrá cristalizarla y darle forma en el crisol de dicha esfera.
Los
místicos han usado el símil, los filósofos la retórica y la oratoria, pero no
sirve de nada en la esfera del espíritu para el que no ha recibido cierta
iluminación.
La iniciación
no trata de explicar a la persona lo que la persona no es capaz de comprender
en tanto persona física, sino que mediante la alegoría, el símbolo y el rito, sea
este representado o sagrado, permite explicar al ser humano integral y no
solo físico lo que el ser humano es.
Nuestro
raciocinio es tan incapaz de captar la espiritualidad como lo es el ojo para
escuchar la música.
La iniciación
es un método, un principio de gestión, mediante el símbolo y el rito, del
conocimiento transcendente, ese conocimiento que no se puede definir ni captar
como no es posible definir ni captar lo Absoluto y la Verdad (que son una misma
cosa).
Apartar
los velos de la naturaleza y del cosmos es algo más que interpretar la filosofía,
o la fe y mucho más que lo que nuestros sentidos son capaces de captar, solo
cuando aceptamos pedir la revelación corremos el velo de la existencia negativa
y material, permitiendo comprender los primitivos principios en los planos de manifestación
espiritual.
El
ser humano material, el cuerpo físico, es decir, nuestra parte del yo evidente
a los sentidos ordinarios, es ignorante y no va más allá del concepto de fe o
creencia, imaginando los primeros principios como una imagen antropomórfica dando ordenes de creación, pero el iniciado si ve más, comprende que los principios son inefables y a la vez interiores, por que ha aprende a
pensar por medio de símbolos aprendidos en los rituales, sean estos participativos o
sagrados. Así como los ojos ven la luz, el yo interno comprende el universo a través
del símbolo y el rito, herramientas extensivas de sus poderes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario